Apostando a perdedor

Sólo Néstor Kirchner puede explicar por qué arriesgó tanto en una elección donde todo lo que se elegía era provincial: 29 legisladores, medio centenar de concejales y un intendente. Nada nacional. Y que ni siquiera representa el 1% del padrón del país.

Pero él mismo fue a Catamarca. Se hizo acompañar por cuatro gobernadores de las provincias vecinas, entre ellas un radical K. Puso a un intendente del GBA al frente de la campaña. Y hasta mandó a su hermana Alicia, ministra de Desarrollo Social, al jefe de la ANSeS y al secretario de Obras Públicas. Los que manejan tres de las más grandes cajas del poder. 

Difícilmente Kirchner admitirá que movilizó semejante aparato oficial porque del otro lado estaba una coalición apadrinada por Julio Cobos. Pero lo que terminó por cosechar fue una dura derrota personal y a la vez agrandar la figura del vicepresidente (ver Duro golpe al kirchnerismo: ganó el Frente Cívico en Catamarca).

El que debió salir a intentar explicar lo inexplicable fue anoche el ministro del Interior. Obvio y tardío: dijo que sólo se había tratado de una elección provincial. Y efectivamente lo fue. Salvo que no puede pretender que le crean después de que el Gobierno hiciera todo lo que hizo por ganarla.
Por eso, el kirchnerismo pagará doble hacia afuera esta derrota frente al cobismo. Y también tendrá un costo interno adicional por haberse aliado con Saadi y Barrionuevo, dos dirigentes que el propio ex presidente había demonizado. 

Es otro pacto que únicamente se explica en el vale todo por ganar. Aunque esta vez paradójicamente fue sólo de Kirchner, porque Saadi y Barrionuevo habían proclamado la derrota e incluso se regodeaban con ella. Pura pérdida en el primer test electoral del año.

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