¿Oposición unida?

Por Luis Domenianni
luisdomenianni@yahoo.com.ar



Sin ánimo de “maestro ciruela”, quien esto escribe utiliza un método compuesto por cinco elementos para analizar cada una de las decisiones públicas que los gobiernos –nacional, provinciales y municipales- convierten en normas jurídicas. 
Primer punto es el anuncio en sí. Segundo punto es la “letra chica” de la propia medida jurídica. Tercer elemento es el contexto histórico y social que rodea la norma. Cuarto mecanismo es el “espíritu” de la decisión. Quinta cuestión son las formas.

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Dos decisiones movieron el tablero político argentino en las dos últimas semanas. Por un lado, el adelantamiento de las elecciones legislativas. Por el otro, la coparticipación parcial de los ingresos provenientes de las retenciones sobre las exportaciones de soja y girasol.
La semana anterior analizamos el adelantamiento. Corresponde, por ende, trabajar sobre la nueva iniciativa. 
¿Es malo que las retenciones agropecuarias sobre la soja y el girasol pasen a ser coparticipables con provincias y municipios? Para quienes postulamos un país federal, decididamente no. Por el contrario, es bueno.
¿Es malo que los fondos sean destinados a la “mejora de la infraestructura sanitaria, educativa, habitacional y vial en ámbitos urbanos y rurales”? Decididamente no. Por el contrario, es bueno.
El arco opositor al gobierno reclamó durante más de un año la coparticipación. Ahora la tiene desde el primero de abril próximo. Debería, por tanto, apoyar, en lugar de criticar. 
El mero hecho de la publicación en el Boletín Oficial del decreto de necesidad y urgencia pone fin, en cierto grado –no a todo, sino a la menor parte- a la discrecionalidad en el reparto federal de los fondos públicos. Algo que también reclamaron y reclaman todos los sectores que no componen el oficialismo de turno. Por tanto, tampoco es denostable.
Qué el gobierno escuche reclamos y los viabilice debe ser, a priori, recibido, sino con aplausos, al menos con satisfacción. Más aún, resulta legítimo que la oposición se apropie del anuncio pues es dueña de la prédica coparticipable que el oficialismo reconoce tardíamente.
Así pues, todo parece positivo. Intendentes y gobernadores con más dinero. Dinero que en un país federal les corresponde. Gobierno nacional que reconoce – a las cansadas, es cierto – que no puede ser el discrecional propietario de la “caja”. Oposición que logró uno de sus propósitos.
Falta comer las perdices porque ya estamos todos felices.  

La “letra chica”

Como en los contratos que los particulares firmamos con empresas prestadoras de cualquier tipo de servicios, la “letra chica”, que pocos leen, presenta aristas que, cuando menos, ponen un freno a tanto optimismo.
La lectura pormenorizada muestra que el Fondo Federal Solidario, creado por el gobierno nacional, cuyo monto calcula el propio oficialismo – nadie puede asegurar que esa cifra supere el status de hipotética – y cuyo destino son escuelas, hospitales, viviendas y caminos, queda constituido por el 30 por ciento que le corresponde a provincias y municipios. El 70 por ciento restante, que queda en las arcas del gobierno nacional, no tiene destino prefijado. Puede, por tanto, ser empleado en los subsidios a los amigos, en la compra o alquiler de voluntades o en donde el matrimonio presidencial decida con su habitual arbitrariedad. La “solidaridad” y la “redistribución de la riqueza” la deben hacer otros. Néstor y Cristina Kirchner, no.
Resulta válida la donación de fondos con cargo. Es legal que done un automóvil a mi hijo con la condición escrita que no lo transforme en taxi o remise. No es legítimo, en cambio, que establezca la prohibición o la obligación con dinero que es de su propiedad y no de la mía.
Así las cosas, poco tiene que ver la cuestión con el federalismo y mucho con la discrecionalidad. Crea además un peligroso precedente: a partir de ahora, el gobierno nacional puede determinar el destino de todos los fondos coparticipables. Ya no es un acuerdo entre socios como lo establece la Constitución Nacional, sino una relación entre jefatura y subordinados como lo interpreta la amañada lógica kirchnerista.
Más obvia, pero no por ello puede ser ignorada, resulta la disparidad entre un 30 y un 70 por ciento. La Estado nacional que no mantiene escuelas, que casi no administra hospitales, que instrumenta planes de vivienda que no concluye o lo hace en una mínima parte de lo que anuncia, que mantiene – muy mal, por cierto, ya que las más transitadas están concesionadas – una mínima parte de la red vial que no incluye a las rutas provinciales, ni a los caminos rurales, se queda con la parte del león.
Es más, y aunque trasciende al análisis de la “letra chica”, desde 1996 – hace 13 años – el Estado nacional, pese a lo establecido en ese sentido por la Constitución, no llama, ni propone un proyecto que reanalice la coparticipación federal.
Como siempre, la “letra chica” achica la felicidad inicial.

El contexto histórico y social

 No resulta serio insistir en que la disputa del gobierno con el campo no tuvo por origen la voracidad fiscal de la actual administración nacional. Tampoco lo es hablar de “ganancias extraordinarias” por más altas que estas fuesen, cuando se obtienen en condiciones de competencia.
 Cuando hace apenas más de un año el gobierno avanzó sin consultar con nadie en el proyecto de las retenciones móviles, jamás habló de redistribución. “Caja” era la palabra que usaba, no ya la oposición, sino los propios partidarios del kirchnerismo. La economía – sin efectos aún de la crisis internacional que se avecinaba – comenzaba a “hacer agua”, el INDEC ya manipulaba los datos sobre la inflación, los cortes de luz se sucedían a diario y el no presidente oficial Néstor Kirchner imaginó e intentó echar mano a los recursos de los productores agropecuarios. Nadie hablaba de hospitales, escuelas, viviendas o caminos.
 Luego, tiempo después, cuando la resistencia chacarera contó con el beneplácito de gran parte de la población, el gobierno habló de un Fondo Social y anunció los “benditos” hospitales, escuelas, viviendas y caminos. Fue poco creíble.
 Es más, el gobierno que mantiene un injusto, regresivo y, particularmente altísimo, Impuesto al Valor Agregado (IVA), que castiga en mayor medida a quienes se ven obligados a gastar todos sus ingresos en su propia subsistencia, en forma casi cínica, apeló al “demagógico” reparto para justificar su voracidad inicial.
 La imaginación febril comenzó a funcionar, cuando ya nada resultaba automático, para justificar la apetencia por los dineros de otros. Surgió allí la imposible descripción objetiva de la “renta extraordinaria”. Un concepto relativamente fácil de definir cuando se trata – y así se hace en el mundo – de ganancias que obtienen empresas monopólicas o cuasi monopólicas, por lo general, de servicios públicos y absurdo cuando su origen se da en mercados competitivos y más aún cuando se trata de productos que son vendidos a granel – sin publicidad mediante – y cuya producción está atomizada en miles de productores que abarcan desde el todopoderoso “pool de siembra” hasta el vulnerable chacarero de menos de cien hectáreas.
 Semejante retórica no le alcanzó al gobierno para convencer a la mayor parte de la sociedad. Comenzó allí la crítica a los medios de comunicación que, más allá de las características peculiares de cada uno de ellos, tuvo su razón de ser en el no silencio de las voces críticas.
 Decidió allí el kirchnerismo, y aún se mantiene en la tesitura, la división maniquea de la sociedad. Buenos y malos. Justos e injustos. Solidarios e insolidarios. Amigos y enemigos fueron las fronteras que elgobierno impuso a la población.
 El campo pasó a ser el enemigo. El campo a secas, sin ninguna discriminación. La ONCAA, Guillermo Moreno, la AFIP, Florencio Randazzo, Luis D’Elia, Hebe de Bonafini, Carlos Kunkel, encabezados por el furioso Néstor, fueron los cruzados de una guerra santa que intentó recuperar para el país la dudosa epopeya de la antinomia como metodología de acción política.
 La moderación de Julio Cobos y la responsabilidad de algunos legisladores garantizaron por un tiempo la paz social. El gobierno, lejos de aprender la lección, intentó todos los caminos para quebrar al campo. Desde la cooptación y el engaño a algunos dirigentes sectoriales hasta convocatorias a diálogos donde se alcanzaban acuerdos mínimos que luego no se plasmaban o quedaban distorsionados cuando eran traducidos a normas legales.
 Como ya fue dicho, nadie redujo o limitó al IVA, nadie creó un seguro nacional de desempleo, nadie atacó las causas de la inflación que afecta a casi todos, pero mucho más a quienes dependen de ingresos fijos. Quedó el desnudo que la trillada redistribución era pura cháchara.
 Es en este contexto, y no en la creación bíblica del universo, donde es válido el análisis. Desconfianza, enemistad, venganza, castigo, división, falta de reflexión, nulo valor del consenso y provocación resultan algunos de los términos que describen el escenario. De allí que el argumento federal quede, cuando menos, relativizado. 
Cuando el hegemonizador y el concentrador desempolva el federalismo, hasta el más ingenuo desconfía.

El “espíritu”

 Es esta, sin lugar a dudas, la cuestión más subjetiva de las cinco mencionadas. No obstante, algunos datos se acercan a la objetividad. Uno de ellos es la proximidad de las elecciones. Otro son los dichos “plebiscitarios” de algunos referentes kirchneristas de dudosa capacidad para el “cortarse solos”. Otro es la casi certera participación del santacruceño con domicilio en Río Gallegos, Néstor Kirchner, como primer candidato a diputado nacional por la provincia de Buenos Aires.
 Unir estos elementos con la decisión dada a conocer el jueves último otorga móvil exclusivamente electoral al tema. En primer lugar, porque tiene costo cero para las finanzas nacionales. En vez de una distribución discrecional será prefijada pero nada indica que mayor, sino probablemente inferior, a los adelantos transitorios que repartía el gobierno. 
 En segundo término, porque el reparto de los fondos que provienen del sector rural de alguna provincias, es distribuido también entre provincias cuyas producciones nada tienen que ver con cereales y oleaginosas, e incluye a zonas urbanas que no están insertas o rodeadas de campo. En particular, claro está, el Gran Buenos Aires, territorio sobre el que cuenta el gobierno para neutralizar la desventaja electoral en la provincia y en el país.
 Cierto es que el principio de la coparticipación federal no implica, más vale todo lo contrario, que los fondos retornen adonde tuvieron origen. Pero, no menos cierto es que las regalías que perciben las provincias petroleras – en cuyo reconocimiento Néstor fue paladín en sus épocas de gobernador y amigo de Carlos Menem – rompió aquel principio de universalidad. Resulta difícil explicar porqué el petróleo genera recursos específicos para las provincias que lo producen y la soja o el girasol no.
 En tercer término porque persigue – lo cual es válido – evitar nuevas deserciones legislativas de diputados, senadores y dirigentes políticos de provincias beneficiadas dentro de la lógica – lo cual es perverso – del todo o nada en que el matrimonio se empecina en dividir la sociedad. Vuelve a utilizarse en la Argentina el concepto apocalíptico de “nosotros o el caos” aunque en este caso se parece más a “nosotros y el caos”.
 El color electoral de la decisión contribuye, entonces, a desvirtuar lo genuino del anuncio. Federalismo y distribución del ingreso quedan así supeditados a “hagamos cualquier cosa para ganar, empatar o perder por poco en las elecciones”. En otras palabras, así como hasta ayer concentramos, hoy federalizamos por razones electorales y mañana volvemos a concentrar porque ya pasaron las elecciones.

Las formas

 Decreto de necesidad y urgencia. Decisión exclusiva del matrimonio. Ninguna consulta. Nula participación de ministros, secretarios, legisladores o gobernadores. Hecho consumado. Debate, tal vez, a posteriori. Una forma de hacer política. No ilegal. Pero nada republicana. El país de las Juntas Militares se resolvía entre tres dictadores. El país de los Kirchner, se resuelve entre una elegida y su marido.

Elecciones

 Que el zorro pierde el pelo pero no las mañas tiene tanto de cierto como que el cuadrado no es redondo. Néstor Kirchner suele acorralarse solo pero no por ello deja de ser un “fighter” de la política y, mucho menos, puede ser subestimado como falto de reflejos.
 El adelantamiento electoral, promovido ingenuamente por Mauricio Macri, fue y es un revulsivo cuyas consecuencias, hasta ahora, paga la oposición enfrascada en la conformación de uno o dos frentes en la provincia de Buenos Aires.
 Los Kirchner vieron una oportunidad y la tomaron. Favorecidos por su esquema unipersonal en la toma de decisiones disfrazaron la cuestión de excepción ante la crisis económica internacional y así obviaron hablar de la pendiente hacia abajo en que se desenvuelve la economía local que ya obliga al gobierno a tomar fondos en el mercado para hacer frente a sus compromisos de gasto ordinario y que presagia un agravamiento para el segundo semestre del año.
 Pero más allá de evitar la dispersión cronológica de los votos, la Quinta de Olivos le quitó tiempo a la oposición para el complicado armado de sus listas cuando su confección debe conciliar el interés de múltiples agrupaciones y liderazgos. No fue una jugada menor.
 Hoy, Elisa Carrió discute si debe converger o no con Gabriela Michetti en la Capital Federal. Hoy, el eventual panradicalismo de la provincia de Buenos Aires analiza si debe o no unir fuerzas con el peronismo antikirchnerista. El propio peronismo no oficial quedó enredado en las diferencias frente a la decisión kirchneriana entre Francisco De Narváez, el propio Macri y Felipe Solá. Hoy, Solá se acerca al vicepresidente Julio Cobos y a Margarita Stolbizer, mientras De Narváez no ve con malos ojos una posibilidad de triunfo que lo catapultara a una candidatura a gobernador en 2011. 
 Todo se reduce a la aritmética: ¿la oposición unida obtiene más o menos legisladores que la oposición dividida en sus dos variantes bonaerenses, la panradical y la peronista antikirchnerista? Si bien nadie está del todo convencido, nadie se opone de lleno. En orden a la mayor aptitud hacia el gran frente se inscriben Felipe Solá, Elisa Carrió, Francisco De Narváez y Margarita Stolbizer. Julio Cobos se ubica en el centro de la discusión, mientras que Mauricio Macri y Gerardo Morales resultan los más reacios.
 Rumores y versiones se apoderan, entonces, de la actividad política opositora y la someten a una especie de parálisis de definiciones que durará, seguramente, hasta que el Senado apruebe – con más chances – o rechace la modificación del calendario electoral.
 Allí, sí, con el escaso tiempo que restará, si el cambio se aprueba, el conjunto opositor deberá definir eventuales unidades o participación dispersa. Allí, sí, prevalecerán legítimos intereses personales, análisis políticos o conveniencias electorales. Y el electorado juzgará.
 Ese tiempo que transcurrirá necesariamente hasta la definición del Senado estará plagado de maniobras, operaciones de prensa y demás yerbas que componen el folklore político, repleto de operadores profesionales y amateurs, cuya existencia y justificación contribuyen al descreimiento que rodea a la actividad política.
 Es que los grandes hombres hablan de ideas, los hombres medianos hablan de cosas y los pequeños hombres hablan solo de otros hombres (vale también para las mujeres).

Locales

 Ante tanto frentismo dando vueltas alrededor de la o las listas de candidatos a diputados nacionales, las listas seccionales y locales giran en derredor de una falta de definiciones.
 El hipotético esquema de kirchnerismo en competencia con oposición unida no resulta factible de repetir. En lo seccional – Junín forma parte de la cuarta sección electoral de la provincia de Buenos Aires – es casi seguro que la competencia se dará entre tres boletas principales: la panradical – UCR, GEN y Coalición Cívica, y cubismo -, la peronista antikirchnerista – vertientes Solá y De Narváez, más PRO, más MID – y la kirchnerista con sello del Partido Justicialista.
 La cuestión es muy diferente a nivel local. Y no es malo que así sea. Las realidades políticas de cada distrito son particularmente diferentes a las del territorio contiguo. No tenerlas en cuenta es obligar a mezclar agua con aceite, algo que siempre resulta sospechoso para el electorado. Sino imposible, abona al descreimiento general el hecho de juntar a quienes hasta hace un rato se denostaban en público.
 Sobre este punto, casi todos los actores parecen estar de acuerdo. La libertad de acción es el reclamo casi unánime de los políticos locales.
Seguidores del intendente Mario Meoni no amontonarán fuerzas con militantes próximos a Abel Miguel. Pablo Petraglia puede ser quien encabece la lista meonista. José María Banfi o Lisandro Benito quienes hagan lo propio con la lista migueliana. Desde la UCR oficial, Luciana Gómez Panizza es quién cuenta con las mayores chances, aunque en ese espacio nadie puede descartar sorpresas a partir de las estatutarias elecciones internas.
 El peronismo no kirchnerista cuenta con mayores posibilidades de ir unido. Andrés Rosa es el candidato puesto del filipismo pero aún los amigos de De Narváez y los hombres del PRO no cerraron filas. Con Felipe Rivara como operador, la unidad es factible pero no segura.
 Desde el kirchnerismo, la eventual unidad se ve algo resentida. La “bajada” a la ciudad de Alicia Kirchner, traída por el operador Patricio Griffin, motivó algunos desencuentros. Gustavo Traverso quedó resentido por su no participación en el desembarco de la hermana del “presidente in pectore” con Carlos Pesce y Héctor Azil. La posibilidad de dos listas es remota, pero la participación no tan activa de Traverso es a tener en cuenta.
 Fenómeno juninense particular, el MID de Ricardo Petraglia, parece sentirse a gusto dentro de sus propios límites. Suelen no necesitar de nadie para conservar su actual bagaje de votos e, inclusive, para ampliarlo moderadamente. De allí su tendencia a protagonizar las elecciones con boleta propia. Alicia Piva cuenta con las mejores chances para encabezar la lista.
 

 

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