Tensión y sospecha por el reencuentro de Cristina y Cobos

En el despacho de Julio Cobos, en el Senado, se encendió una nueva luz de alarma. A la cadena de desaires que le dedicó la Casa Rosada, el vicepresidente acaba de sumar la sospecha más temida: que Cristina intente modificar el protocolo para que pasado mañana, cuando abra las sesiones del Congreso, no tenga que toparse con él.

Como presidente natural de la Asamblea Legislativa, a Cobos le corresponderá recibir a la Presidenta apenas suba la explanada de la Avenida Entre Ríos y asome bajo la monumental araña del Salón Azul, e invitarla a firmar el Libro de Honor. Luego, el vicepresidente debe sentarse en el centro del estrado y Cristina, como huésped, a su derecha. Demasiado tiempo de contacto para una relación congelada desde que hace siete meses, cuando Cobos sepultó con su voto las retenciones móviles y el Gobierno lo declaró enemigo público.

El equipo del mendocino está más que sensible, sobre todo después del escándalo de los Granaderos, retirados de la casa natal de San Martín en Yapeyú porque Cobos fue al homenaje realizado el miércoles. Y los amagues de otro desplante fueron múltiples.

Uno de ellos consistió en el cambio continuo del horario de llegada de la Presidenta al Congreso. Después de cuatro modificaciones, se anunció por decreto que será a las 11 del domingo. Otro fue la orden del Ejecutivo de televisar la sesión por Canal 7, desalojando las cámaras de Senado TV, emisora que depende del asesor de imagen de Cobos, Gustavo Videla. En el Senado flota ahora el fantasma de lo sucedido en el Festival de Jesús María, e n enero, cuando el canal oficial censuró la imagen de Cobos.

El vicepresidente instruyó a su tropa para que mantenga a pie juntillas los pasos del ceremonial que se dieron a lo largo de la vida parlamentaria. Con todo, ninguna regla obliga a un Presidente a saludar amablemente a su anfitrión. Néstor Kirchner pasó fríamente por delante de Daniel Scioli en la apertura de sesiones del 2005, cuando la relación entre ambos era tirante, aunque mucho menos que la del Presidente y vice de la actualidad.

Los íntimos del mendocino cuentan que Cobos tomó el asunto como un capítulo más de la guerra de nervios que le planteó el kirchnerismo, con continuos pedidos de renuncia incluídos. Y que recomendó a su gente poner cara de póker, como si nada ocurriera.

Más aún: ayer redobló la ya nutrida agenda de encuentros con dirigentes enfrentados a los Kirchner. Pasó por segunda vez el ombudsman nacional, Eduardo Mondino, a quien apoyó en su defensa de los organismos de control frente al supuesto intento oficialista de neutralizarlos. También pasó el rabino Sergio Bergman, panelista habitual de tribunas antikirchneristas.

Hasta se dio tiempo para la interna partidaria. Cobos recibió a Ricardo Alfonsín, el hijo del ex presidente que mañana lanza su precandidatura a diputado por la provincia de Buenos Aires. "Hay que trabajar para la unidad del radicalismo", coincidieron.

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